Mario Iván Martínez

Actor, músico y cuenta - cuentos

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REFORMA

Diciembre 2008

Bebiendo de un mismo vaso, De puño y letra–Mario Iván Martínez

En el contexto de una Navidad de añoranza y recuerdos, imágenes concretas y otras abstractas me invaden. Las más lejana pinta a mi padre haciendo un muñeco de nieve sobre el toldo de su Chevelle verde, en aquella histórica nevada sobre el Distrito Federal. A mi hermano y a mí no se nos permitió salir por estar enfermos, así que tendría que esperar para conocer la textura de un copo de nieve acariciando mi mejilla; no sé porqué, pero intuí que mis padres estaban por separarse.

Así vinieron Navidades en casa muy disímiles. Papá tuvo 12 hermanos, así que con los Ortega Martínez todo era ruido, feliz desorden, un mar de regalos en el pequeño departamento de mi abuela Eva, en la colonia Escandón, donde la prole detenía la historia para el intercambio, elaborado con la compleja identidad de una familia metida aún en el caserón de la abuela norteña.

El azúcar de las empanadas de mi tía Rosy barnizaba el papel brillante de los regalos, el olor de los buñuelos saturaba el ambiente con el vaho delicioso del almíbar y mi primo Alfredo orquestaba las travesuras, (¡había que aguantar el olor de sus tenis durante tres minutos para ser miembro de su club!). Ahí mi hermano y yo odiábamos el haber sido vestidos iguales para la ocasión, ¡siempre demasiado formales para los Martínez! Pero horas después había que ir arreglados con mi abuela materna.

Allá la Navidad era muy distinta; ahí me sentía protegido, en mi terruño; era el nieto correcto, consentido y estudioso. En contraste con la informalidad de los Martínez, Navidad con mi adorada abuela Lalis era casi elegante y formal.

Entre las figuritas de porcelana y el cristal, brillaban orejones de manzana y nueces peladas. Ahí en la Colonia del Valle, teníamos sueños guajiros de clase media con aspiraciones a nobleza. ¡Alguna vez alguno de los Morales proclamó que un antepasado había sido ujier de Don Porfirio y mi tía Pita presumía que durante su crucero a Europa se sentó en la cena al lado del capitán y del mismísimo ¡Don Cayetano Blanco!

Yo no sabía quién era aquel caballero, pero su nombre sonaba muy importante. Me imaginaba a don Cayetano gordo en extremo, fumando un puro y por alguna razón cubierto de medallas que charoleaban al pavonearse sobre la cubierta del barco.

Viviendo con mi madre la Navidad era anatema. Ella aceptaba con reticencia el rito de poner el arbolito. Sin embargo, los Reyes nunca nos fallaron aunque era claro que su bolso estaba mermado por el divorcio, por el delito de ser contestataria, de sobrevivir como actriz con ideales.

En cierta ocasión, mi hermano y yo encontramos un monedero en la calle.

¡Había suficiente dentro para comprarle una serie al arbolito! Mamá averiguó, quien sabe cómo, a quien pertenecía y la dueña era una trabajadora domestica del edificio. Nos quedamos sin nuestras luces para Navidad, pero mamá explicó que la mayor recompensa era haberle regresado esos pocos pesos a una mujer realmente necesitada.

Así que en nuestro pequeñísimo departamento en Mier y Pesado con mamá Margarita Isabel, desde un póster gigante en la pared, el Che Guevara contemplaba con ceño fruncido nuestro diminuto nacimiento.

Años después, la suerte de mi madre cambiaría y me enviaría generosa a estudiar a Inglaterra. Ahí amé la Navidad a través de la música, del Mesías y de los muchos villancicos que canté con el coro de la escuela. Pero sobre todo, el placer de cantar se me revelaba, sinuoso y excitante; me hizo amar la navidad en las islas. Al lado de mi novia Sarah Hughes cantaba alegorías ciegas de fiesta y arcaísmos. La fiesta tenía sentido ya.

Hoy, dedicado al género infantil, la Navidad adquiere otros matices. Así pues mi celebración con la infancia es brillante, feliz y diversa. Por otro lado la Navidad en familia es compleja pues las relaciones familiares así lo son y la Navidad es familia.

¿Dónde quedaron las Navidades del ayer?, ¿qué nos dejaron? ¿Qué abismos o que fantasmas regresan cada año, como los que persiguen al viejo Scrooge, revelando nuestra intransigencia?

Por lo pronto, hoy en Navidad me regalo la imagen de mis padres durmiendo felices, juntos en su habitación, Bebiendo de un mismo vaso.

Gracias !!